domingo, 10 de agosto de 2025

EXCOMBATIENTE DE IRAK.






Diario La Tribuna publicó el sábado 9 de agosto de 2025, entrevista con JAVIER LORENZO VALLADARES sobreviviente de la guerra de Irak. 


La guerra de Irak le costó literalmente un ojo, el oído y su familia. Todo, a cambio de ínfimos 150 dólares mensuales y en nombre de una paz que nunca llegó. Hoy, a sus 48 años -aunque el rostro surcado por los años y el peso de la vida le hace parecer mayor-, sobrevive del recuerdo y de cuidar unas vacas, a escasos metros de la casa del general Carías, en la comunidad de Zambrano, a unos 30 kilómetros al norte de la capital. Quien antes empuñaba un fusil como francotirador, hoy carga un machete envainado, una mochila llena de objetos sin valor y unos botines gastados que apenas le cubren los pies. El hombre que alguna vez sirvió en un conflicto bélico también vive en silencio, lejos de todo, triste, solo, taciturno y sin reconocimiento alguno. Nunca supo que solo fue un peón de un juego geopolítico como miles de combatientes reclutados en la periferia del mundo, arrastrados por las promesas de un salario mínimo y una causa lejana. Una historia que se repite en las márgenes del poder, donde los sobrevivientes de las guerras olvidadas cargan con las cicatrices -visibles e invisibles- de batallas que nunca fueron suyas ni de su país. En el mundo terrenal se llama Javier Valladares, pero sus compañeros de arma lo llamaban, simplemente, “La Hormiga”.

¿Dónde creció?
En Talanga, hasta que me metí al ejército, cambié de domicilio porque mis papás vivían aquí, en Zambrano.

–¿En qué batallón sirvió?
En La Venta, ahí por Talanga.

–¿Lo reclutaron?
No. Me “pajeó” otro, es que en ese tiempo lo “pajeaban” a uno y se dejaba llevar y ya cuando acordé estaba “clavado”, pero no me arrepiento, es algo bonito, hay cosas duras, porque sí, nada es fácil.
–¿Cuánto estuvo?
Siete años, llegué a sargento raso, y con buenos cursos como Protección a Dignatario, Francotirador y Paracaidista.

–En qué otro batallón estuvo?
Solo ahí, en ese tiempo era obligatorio dos años y yo me estuve siete.

–¿Cuánto era su salario?
2,300 lempiras mensuales como sargento raso.

–¿Le decían algún apodo?
A todos nos ponen apodos en el ejército. A mí me decían “La Hormiga”.
–¿Cuándo se retiró?
En el año 2004.
–¿Qué ha hecho desde entonces?
Bueno, me vine aquí a trabajar en la agricultura. Ahora cuido este ganado que son de mi primo porque él trabaja de camionero y viaja a otros países, él me paga seis mil lempiras mensuales. Gracias a Dios tenemos salud, aunque no mejoría de dinero.

–¿Qué cuidados le da al ganado?
Me encargo que pasten, comida y llevarlas a tomar agua. También las ordeño y las inyecto, les curo las heridas. Son 13 animales de varias razas, esta es una Jersey (señala una vaca negra) y este es un Girolando (se refiere a un hermoso ejemplar macho). Esa negrita que está allá, es hija de la vaca que está echada.

–¿Es delicado cuidar vacas?
Mire, yo las mantengo sanitas porque nadie las golpea porque ese es el problema, cuando las golpean, se raspan y ahí vienen las moscas. Los ganaderos de aquí han estado preocupados por ese gusano barrenador, pero no hay casos de eso aquí.

–¿Qué tal es este pueblo?
No, pues, con tal que se porte bien, es tranquilo. Yo aquí vivo, como le decía, voy a veces a pasear a Talanga, pero aquí vivo con mis papás, vivo en la casa de una hermana.

–Aquí vivió el general Carías, ¿sabía?
Sí, a la vuelta de este cerco, por donde se mira aquel palo (señala a un costado de la iglesia católica del pueblo) está la casa, ahí viven los familiares del general.

–¿Qué produce este pueblo?
Maíz, frijoles, café, tomates, caña, bueno, no hay muchos terrenos, pero la gente cosecha sus huertos pequeños.

–¿Cómo fue esa experiencia en Irak?
Bueno, en 2003, se regó la bulla en el batallón que los americanos (estadounidenses) habían pedido personal para la guerra y a nosotros nos explicaron qué tipo de guerra era, que era una guerra de guerrilla, allá cualquier uniformado, cualquiera, le podía disparar a uno, mientras que, en una guerra, uno conoce los uniformes, esa es la diferencia.
–¿Y así fue o resultó otra cosa?
Así fue.

–¿Cómo viajaron?
Nos llevaron desde Palmerola en un avión C47 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos con escala en Nueva York e Irlanda del Norte. Fue un viaje tranquilo, no me dio mareos ni nada por la costumbre de andar en avión, de hecho, como le decía, yo era paracaidista.

–¿Adónde llegaron?
Estuvimos en Bagdad, un lugar que se llama Kufa (una ciudad a 170 kilómetros del sur de Bagdad) y otro pueblo que se llama Nayaf (la ciudad sagrada de los chiítas y peregrinaje del mundo musulmán).

–¿Cuánto tiempo?
Bueno, la misión duró siete meses. En el primer contingente, éramos 370 compañeros y en el segundo fueron los mismos. Nos pagaban 150 dólares al mes.
–¿Les pagaron?
Nos pagaron allá lo que ellos decían, pero en una asociación que hay dicen que les quedaron debiendo un dinero que el gobierno les robó. Han andado en manifestaciones, pero a mí me pagaron los siete meses.

–¿Qué lo motivó a ir?
Estaba en el ejército, no me dio miedo.

–¿Mató o casi lo matan?
Era una guerra, pues.

–¿O andaba solo de apoyo en la base militar?
No, hombre, era combate, la muerte estaba cerca cada vez que estallaba una bomba en los edificios o en los vehículos, incluso, yo uso una prótesis en el oído porque esas explosiones me dañaron el oído (se quita la prótesis y la muestra a la cámara).

–¿Le cayó cerca una bomba?
Es que las explosiones eran cerca y todo el día y la noche. A mí lo que me dañó más fue que no usaba protector cuando disparaba el RTG, un arma como un tubo, entonces, yo no usaba los tapones para el oído sino que los usaba como chicles y cuando me tocaba disparar sentía el impacto.
–¿Y el ojo?
Sí, pero fue por el humo de las bombas, dicen que es un tipo de uranio, fui perdiendo la vista con el tiempo (la apariencia del ojo es como una catarata común).

–¿Lo han vuelto a llamar del ejército o del gobierno?
Nunca nos volvieron a llamar, nadie, estamos olvidados completamente.

–¿Regresaron todos los compañeros que fueron a murieron algunos en combate?
Yo no vi morir a ninguno, pero me contaron después que sí murieron, lo que le puedo decir es que yo sí regresé. No sé los demás.
–¿Volvería?
Yo creo que sí, fíjese, no es que es bonito, sino que de repente la adrenalina es emocionante (enseña en su celular una colección de fotos en Irak y las va explicando).

–¿Tiene pesadillas?
No, fíjese, nada eso, nunca he soñado con nada, ni siento traumas, gracias a Dios, a veces me han dado nervios, pero yo le echo la culpa al teléfono porque paso mucho tiempo viendo videos y cosas así.

–¿Cómo era el itinerario?
Nos levantábamos a las 4:45 a hacer física, normal, de ahí, a desayunar, luego a prepararse para la formación y después a misiones. Regresábamos el mismo día, pero eran misiones de ocho horas. A mí me tocó cuidar la casa que era de Sadam Hussein, dicían que estaba llena de oro.

–¿Quién era su jefe?
Un coronel de apellido Muñoz, no me acuerdo del otro apellido de él, ese fue el que estaba allá.

–¿Y él salía a las misiones o se quedaba en el cuartel?
Sí, él salía con nosotros también.

–¿Se pudo quedar allá?
No, no, no, es más bonito Honduras, aunque no haya trabajo ni dinero. Siempre es mejor la tierra que uno conoce, donde nació, ni siquiera he pensado irme mojado a Estados Unidos.

–¿Se le olvidó usar pistolas y fusil?
Pues, no es que se me ha olvidado, lo que pasa que son caras, sino caminara una aunque ahora este es mi fusil (muestra un machete envainado).

–¿Medallas de reconocimiento?
Tengo la medalla El Expedicionario, así se llamaba por viajar a otro país.


–¿Casado?
No, soltero, estuve casado dos veces, pero me abandonaron, tengo una niña, pero vive con la mamá en La Mosquitia. La conocí en San Pedro Sula cuando trabaja de guardia. Por eso vivo solo.

–¿Cuándo se retiró del ejército?
Me retiré como en el 2004 (la charla termina porque las vacas se han ido por su cuenta rumbo al corral. Eran casi las 3:00 de la tarde y, según dijo, las vacas tenían sed).

ÉL ES…
Javier Lorenzo Valladares nació el 27 de enero de 1977 en Talanga, Francisco Morazán. A finales de los 90 se alistó en el ejército hondureño donde estuvo siete años. En 2003 fue parte del contingente hondureño aliado de Estados Unidos en la guerra de Irak. Actualmente, vive en la aldea de Zambrano, al norte de la capital, cuidando vacas.

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