lunes, 25 de marzo de 2024

VIERNES SANTO.


El Viernes Santo, tras la liturgia de la Palabra, tiene lugar la adoración de la cruz. La cruz velada desde el V domingo de Cuaresma, ahora es desvelada para mostrárnosla, salvo que sea llevada en procesión. Nos muestran “el árbol de la cruz, donde estuvo colgado Cristo, salvador del mundo”. 

Contemplamos ese árbol noble, cuyo fruto jamás produjo ningún otro árbol; observamos como el que venció en un árbol fue vencido en un árbol por Jesucristo; miramos ese árbol crecido para tener a Cristo en su regazo. 

El sacerdote adora la cruz. Así como quien fue clavado ahí fue previamente despojado de sus vestiduras (Jn 19,23-24), el sacerdote se despoja de la casulla, y puede hacerlo también de los zapatos. Luego, todo el pueblo se acerca a adorar el madero al que fue cosido el salvador. 
K
Mientras se lleva a cabo la adoración, pueden cantarse los Improperios, los reproches de Cristo a su pueblo que lo ha rechazado, tomados de distintos versículos de la Escritura. Estos van acompañados de unas expresiones en griego, que son el trisagio. 

El trisagio es parte habitual de las liturgias orientales. En la tradición siriaca, por ejemplo, se canta antes de la liturgia de la Palabra. Hay muchas tradiciones y leyendas acerca del origen del trisagio. Una indica que cuando Pilato presentó a Jesús ante la muchedumbre diciendo “Ecce homo” (He aquí el hombre), José de Arimatea reconociendo la divinidad de Jesús dijo “Santo Dios”; que cuando Simón de Cirene fue obligado a cargar la cruz ante la imposibilidad de Jesús, dijo “santo fuerte”; y que el centurión, tras certificar la muerte de Jesús, dijo “santo inmortal”. (Cortesía de Liturgia Papal). 

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