martes, 26 de marzo de 2024

SÁBADO SANTO.


Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos, y esperando su resurrección en oración y ayuno, y se abstiene absolutamente del sacrificio de la misa.

Es un día sin misa, pero no es un día “alitúrgico”. Hay celebraciones litúrgicas. Celebramos, por ejemplo, la Liturgia de las Horas, y en el Oficio de Lectura contemplamos que ese día se percibe que un gran silencio se cierne sobre la tierra porque el Rey está durmiendo. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos, pues quiere visitar a los que yacen sumergidos en las sombras de la muerte. 

En ese oficio escuchamos a Cristo decirle cada uno de los que han muerto: “Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo […] Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido. […] Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado […] Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. (Cortesía de Liturgia Papal). 

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