martes, 2 de agosto de 2022

LA MINI CAFETERÍA.

 


Esas burritas insuperables 

Frente al Teatro Manuel Bonilla y contiguo al Parque Herrera, desde hace 44 años se venden unas delicias que ya no sé si llamarles burritas, desayunos de antojo o simplemente, el paraíso gastronómico del pobre en un solo plato.

Hay quienes le llaman las Burritas del Parque Herrera, otros las burritas de donde Renato... yo, simplemente las burritas del parque. Y esa delicia es algo que consume cualquier deseo y aniquila hasta la más insoportable hambre matutina.


De entrada, llegas y te acomodas frente a una mesa de formica, que cuenta con bancos altos y en los que da la impresión que vas a pedir un trago o cerveza en las típicas películas de los años 70.

Allí dos hermanos, la novia de uno de los hermanos y un amigo de la familia desde hace muchos años, se dan a la tarea de vender unas burritas que bien pueden ser consideradas patrimonio de la ciudad.

La de 75 lempiras cuenta con 7 piezas, una de ellas, con frijoles y quesillo. Otra de huevo y chorizo, una tercera de arroz con carne molida. Una cuarta tortilla de carne desmenuzada; y como dicen que no hay quinta mala, una de mortadela con queso kraft.

Hay una sexta que puede ser de spaguettis o de huevo con carne... y la de postre, una tortilla tostadita con chicharrones. Por cierto, esa es la que siempre dejo de último y no sé por qué razón, pero es imperdonable para los comensales no saborearla como la cereza del pastel.

Las preparan en unas máquinas antiguas que igual sirven para tostar panes con frijoles, con huevo y chorizo y más. El café siempre está caliente y los jugos bien helados.

Pero en estos 44 años si hay algo que ha permitido a este negocio sobrepasar las barreras del tiempo, es esa decisión de atender al cliente con esmero, sencillez y con calidez.

Cada vez te sientas en esa barra, da la impresión que esperas una burrita de la abuela.

Yo no puedo negar que esa burrita me trasporta en el tiempo, me permite volar hacia una senda de recuerdos, en los que llegamos a la misma conclusión: los tiempos pasados siempre fueron mejores.

Mi humilde homenaje al lugar en el que recupero nostalgias y de paso lleno el tanque para el diario vivir. (Edwin Cerrato, 2 de agosto de 2017).

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