domingo, 6 de diciembre de 2020

RAMÓN AMAYA AMADOR.

Ramón Amaya Amador, el hombre que orientó mis pasos como escritor

Por: Jorge Medina García

El premiado escritor Jorge Medina García, rodeado de los Académicos de numero de la AHL.

Honorables miembros de la Academia hondureña de la Lengua:
Sr. Director de la AHL, Don Juan Ramón Martínez

Honorable Academia Hondureña de la Lengua, decidió otorgarme este prestigioso premio en fecha anterior al embate de los horrorosos huracanes Iota y Eta que nos asolaron con particularidades catastróficas. Sin embargo, al enterarme de ello, tardíamente por las circunstancias, cuando la tragedia se ha pintado tan vivamente con trazos de barbarie y de dolor en la repetitivamente flagelada epidermis de la patria, una contradictoria sensación ética me ha impedido celebrar alborozadamente esta adjudicación, que agradezco, por supuesto, con las fibras más sinceras que tiene mi corazón.

Esta pesadumbre, me imagino, es la misma que abordó el sentimiento de nuestro insigne Ramón Amaya Amador cuando le tocó embarcarse en la nave sin retorno del exilio, porque los dolores del pueblo, sean cuales fueren sus causas, ya un ciclón o ya una tiranía, se incrustan fuertemente en el sentimiento de quienes pretendemos restañar de algún modo las abiertas y sangrantes heridas de la inmensidad de pobres y desheredados que pululan, ingenuos y desarmados, errando sin un norte sobre las sendas erizadas de espinas y guijarros que siniestros personajes, más que la madre naturaleza, han esparcido puntualmente desde tiempos que nunca alcanzaremos a determinar.

¡Qué buen nombre se escogió para este premio y cuánto gusto y orgullo al recibirlo!

No mencionaré más a Ramón Amaya Amador, por ahora, porque ya mi ilustre antecesor, Don Julio Escoto, esculpió sus rasgos esenciales al recibir este mismo premio el año pasado, con exquisita brillantez y depurada prosa.

Diré nomás que Amaya Amador, el soberbio escritor de inagotable pluma, con su Prisión Verde, Jacinta Peralta y Cipotes, fue el autor nacional que orientó mis primeros pasos literarios por la vereda del humanismo y de la reivindicación social que después se encargó de reafirmar mi amigo inextinguible también, Roberto Sosa, y que esto es, más que el nobilísimo gesto de otorgar y el muy modesto de recibir, una feliz coincidencia y un reencuentro con las raíces más hondas de mis modestos escritos literarios.

Cae este premio, pues, sobre mis hombros como una inesperada y gratificante cascada de reconocimiento a la labor creacional, durísima y utópica, marginada y solitaria que he realizado a través de los años, no sé cómo, mientras me gano la vida de otros modos en la otrora plácida y siempre relegada Ciudad de la Lluvia de Peces; y también me aborda este galardón como un acicate, una amorosa palmada en la espalda, una motivación para animarme a seguir adelante en momentos en que el postrero de mis libros publicados tiene por título “Últimos cuentos y últimos poemas”.

Magníficos estímulos como éste, de los que debería tomar nota el aparato gubernamental son los que nos hacen proseguir batallando con nuestros demonios interiores, continuar hilvanando sueños, historias, frustraciones, dolores, amores, cóleras y reclamos sociales impostergables, haciendo el uso mejor que encontremos posible de este portentoso y sin igual invento de la humanidad que se llama Lenguaje, sin el cual, como sabemos, nada de lo que hoy se denomina Ciencia, Civilización, Educación y Tecnología, hubiera sido posible.

Leí no hace mucho en la prensa nacional, que en el ámbito centroamericano, Honduras también se distingue negativamente como el país donde menos se lee; y como la lectura es tan básica para el desarrollo integral de una nación, quiero dejar mencionada aquí la urgente necesidad que tenemos de promover una implacable, sostenible y agresiva política lectora en todos los niveles de nuestra educación formal y decir que no basta con inaugurar bibliotecas sin allegarles lectores en considerables cantidades porque al final, como yo mismo comprobé en carne propia, solo la lectura y la comprensión de los libros esenciales de la humanidad puede liberar a los hombres y salvar del abismo a los pueblos menospreciados como el nuestro. Sé muy bien que la Academia está desarrollando un magnífico proyecto al respecto, que mucho la honra, pero debemos sumarnos más, instituciones y personas particulares, a este tan encomiable esfuerzo.

Carlos García Gual, ocupante de la silla # 65 de la Real Academia Española, hace unos meses lo dijo claramente: “La crisis de la lectura es la crisis más importante de esta sociedad”.

Eso, por ahora, tendrá que esperar, muy bien lo entiendo porque hoy todo esfuerzo y toda lucha, deben orientarse a levantar nuestra amada patria de su desoladora postración.

Muchísimas gracias, distinguidos miembros de la Academia Hondureña de la lengua. Con su acción, también han proclamado que la vida continúa y en medio del dolor, les agradezco y los abrazo.

Lo mejor para ustedes y para Honduras.(Tomado del Diario La Tribuna de la ciudad de Tegucigalpa Honduras) 

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