Esa noche volví a casa… con él. Le puse por nombre Faro. Porque me alumbró justo cuando yo me estaba hundiendo.
Lo alimenté, lo cuidé… y él me cuidó a mí. Con él volví a salir, a caminar, a reírme. Me animé a ir a terapia. Después estudié adiestramiento canino y terapia asistida.
Hoy Faro y yo visitamos hospitales, centros de salud mental y escuelas. Él se sienta al lado de quien más lo necesita. Como lo hizo conmigo.
No sé si lo salvé yo… o si fue él quien me salvó. Lo único que sé es que gracias a ese instante, en el lugar más oscuro… hoy vivimos para encender pequeñas luces en otros.
“No todos los ángeles tienen alas… algunos llegan llenos de pulgas y con el corazón más noble del mundo.” Tomado de la red.
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